La salud mental es un concepto que comenzamos a escuchar con más fuerza en la pandemia y que a día de hoy constituye una de las principales preocupaciones sociales. Lo anterior, es una buena noticia, pero aún así, queda mucho camino por recorrer dado que cuando hablamos de enfermedades relacionadas con la salud mental, seguimos hablando de estigma.

La Real Academia Española, define la palabra estigma en su segunda acepción como “Desdoro, afrenta, mala fama” y cierto es que hay muchas personas en nuestra sociedad, que por su cultura, religión e incluso por convivir con una enfermedad, sufren de esta “mala fama” y cargan con todo el impacto social negativo que supone.

Recientemente Rosa Montero ha concedido una entrevista al medio Ethic donde hacía las siguientes declaraciones:

“No podemos seguir estigmatizando, alejando y hundiendo en la soledad patológica a las personas con trastornos mentales”

También habla de acoger, aceptar, reconocer y visibilizar la diferencia, y aquí, las profesiones de la intervención social  solo podemos aplaudirle. Conocemos lo que significa la exclusión cuando hablamos de salud mental y trabajamos día a día por la inclusión de la personas que tienen alguna enfermedad mental diagnosticada.

Salud mental y estigma

Hace unos días llegaba a nuestras manos un nuevo número de la Revista “Itinerarios de Trabajo Social” que edita la Universidad de Barcelona. En ella nos encontramos con un artículo que va un paso más allá ¿Cuál es el impacto real del estigma en las familias de personas con trastorno mental grave? 

Sus autoras, Laura Delgado-Bordas y Ángela Carbonell, indican de manera muy acertada que las familias a menudo enfrentan dificultades para recibir apoyo social. No saben cómo lidiar con una situación abrumadora en la que tienen que manejar la enfermedad y la carga del estigma, lo cual empeora la situación y el bienestar familiar. En sus conclusiones añaden:

“El sentimiento de culpabilidad que experimentas los/as familiares cuando no pueden asumir la carga del cuidado fue un aspecto relevante y con un impacto emocional considerable. Este sentimiento genera frustración y remordimiento, lo que se alinea con investigaciones previas que han destacado cómo la culpa representa un desafío significativo para las familias de personas con Trastorno Mental Grave”

Por tanto, la sensibilización y la formación entorno al impacto social que generan las enfermedades mentales, serán claves para su abordaje, y por tanto para el objetivo final: la inclusión social efectiva. 

Y es que, no hablamos de un problema aislado, la OMS  indica que un 25% de la población mundial vivirá en carne propia un trastorno mental o lo vivirá de cerca con un familiar. Y es que estas cifras, en muchas ocasiones, van de la mano con las cifras alrededor de la soledad no deseada, ya sea por incomprensión, culpabilidad, falta de apoyo social, falta de medios y recursos estatales…

En pandemia aprendimos que la salud mental es un problema, no solo médico, sino un problema que nos afecta como sociedad, y por tanto, romper con los estigmas y aunar esfuerzos para que estas personas y sus familias reciban el apoyo médico y social que necesitan y consigan la inclusión, es una cuestión que nos involucra a todos y todas. Desde IFIS Educación, tenemos la suerte de trabajar con entidades que luchan día a día en la consecución de este objetivo, pero la realidad es que aún faltan más medios y por supuesto más formación y sensibilización.

Estigma social e intervención social

La lucha contra el estigma social debe estar enfocado hacia diferentes frentes, ya que son múltiples las variables que intervienen en su establecimiento. Desde el ámbito de la intervención social, serán claves:

  • La sensibilización: de manera global deben trazarse acciones de sensibilización de la sociedad. La sociedad ha de conocer la existencia de este estigma y sus consecuencias.
  • Información: de la mano de la acción anterior, informar a la población e incluso al propio colectivo y sus familias, fomentará la eliminación del estigma, ya que se combatirán creencias históricamente establecidas.
  • Inclusión: estimular la participación de las personas diagnosticadas en su municipio, en diferentes actividades. Mención especial refiere, en este aspecto, la inclusión laboral, objetivo primordial de la intervención.

Como profesionales de la intervención social debemos ser conscientes de la existencia del estigma social, dado que será clave en el éxito de la intervención. Algunas líneas estratégicas de trabajo serán:

  • Acompañar con el objetivo primordial de reforzar la autoestima y empoderamiento de la persona diagnosticada.
  • Diagnosticar cuál es el impacto social del estigma sobre la persona y su entorno cercano, para determinar cuáles son las acciones a realizar en este sentido, siempre pensando en la reducción del impacto negativo.
  • Trabajar en la inclusión social y laboral de la persona diagnosticada de una manera efectiva.

 

Bibliografía:

Delgado-Bordas, L. y Carbonell, A. (2024). Detrás del estigma. Un análisis cualitativo del impacto en las familias de personas con Trastorno Mental Grave. Itinerarios de Trabajo Social, 4,7-15. https://doi.org/10.1344/its.i4.43388

 

 

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