“El viaje del descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en verlos con nuevos ojos.”
Marcel Proust

Balanza de la comunicación de los progenitores con sus hijos e hijas adolescentes.

Es bastante habitual que en la comunicación se observe un desequilibrio significativo entre los temas que se abordan. Si colocásemos en un lado de la balanza las conversaciones sobre los problemas, y en el otro lado lo que tiene que ver con los recursos, es probable que el peso de las dificultades fuese significativamente superior.

Peso excesivo de las conversaciones sobre los problemas.

Resulta curioso que, si un joven comienza a tener problemas con los estudios, la mayoría de las conversaciones que se mantienen con él tengan que ver con ese tema, y suele suceder que determinados argumentos se repitan hasta la saciedad, de modo que dejan de tener efecto, ya que el adolescente desconecta su aparato auditivo y deja de escuchar el mensaje que emite su progenitor.

Además, sucede que, a lo largo del día, lo que se habla con el joven acaba derivando en el mismo tema, y se aprovecha cualquier situación para volver a reiterar la necesidad de mejorar en los estudios, de esforzarse, de ser más constante, de realizar un último esfuerzo.

A pesar de que el fin de semana podría ser un buen momento para dar una tregua y centrarse en otros aspectos, en buena parte de las ocasiones vuelve a suceder lo mismo, de modo que los momentos de ocio vuelven a enturbiarse con el problema, que, además de resultar repetitivo, no logran sino hastiar al joven.

Recuerdo a un joven que se encontraba bloqueado en relación a la carrera universitaria debía elegir. Sus progenitores insistían, constantemente, en la necesidad de que tomase una decisión, lo que le provocaba todavía más presión, y en las comidas familiares, los tíos, primos,… insistían recurrentemente en solicitarle información acerca de este tema, convirtiéndose en uno de los temas centrales de las reuniones en familia.

Puede ser, incluso, que la familia acuda a un profesional para resolver esta dificultad, y que este, en un afán por ayudar a modificar las conductas del joven, lance mensajes similares al que le envían sus progenitores. De modo que se encuentre de nuevo con más conversación que gire alrededor del problema.

Resulta curioso que, a pesar de que la vida del adolescente sea mucho más rica que lo que concierne a los aspectos académicos, solamente seamos capaces de centrarnos en ellos. Es como si nos pusiésemos unas gafas que únicamente nos permitiesen ver lo que no funciona en su vida, y que aquellos aspectos que realmente sí están funcionando quedasen al margen de nuestro campo de visión.

En una ocasión, una madre comentaba que insistía en los mensajes que le enviaba a su hijo porque consideraba que con la repetición llegaría a interiorizarlos, había escuchado algo acerca de la regla de los 21 días, según la cual, si se repetía un hábito durante ese período de tiempo, acababa incorporándose de manera natural a la vida del individuo. Un aspecto importante que le pasó, en ese momento, desapercibido es que ese hábito suele partir de uno mismo, y que difícilmente puede ser adquirido por indicación de otra persona.

Escaso peso de las conversaciones acerca de los recursos.

Es bastante inusual que las conversaciones familiares giren en torno a las potencialidades de los adolescentes, aunque destaque en algún ámbito, no suele ser un tema recurrente que se suela abordar, y su presencia suele resultar anecdótica.

Es habitual que estos chicos que presenten una dificultad en el ámbito escolar tengan además alguna afición de la que disfruten, que muestren cierta destreza a la hora de practicar algún deporte, alguna actividad artística, o tengan alguna capacidad que les haga destacar en algún ámbito. Pero, por desgracia, se habla poco de ello, o incluso, cuando se comenta, es para relacionarlo con algún tema académico o comportamental.

Recuerdo a un joven que era muy activo practicando deporte, participaba en su club de rugby en el que entrenaba varios días a la semana, y solía jugar en su equipo y en el de la categoría superior, además de esto, colaboraba activamente en todas las actividades paralelas que se llevaban a cabo y tenía una relación fantástica con sus compañeros y con sus entrenadores. No obstante, en un momento determinado, comenzó a tener algún problema de comportamiento en su centro educativo que acabó derivando en un bajón escolar.

Sus progenitores se preocuparon por este tipo de conductas y por los malos resultados académicos y comenzaron a plantearse la posibilidad de que abandonase su actividad deportiva para centrarse en los estudios. Esta decisión generó un conflicto importante, ya que el chico se sentía muy útil para su equipo y para sus compañeros, y no entendía el motivo por el cual se le prohibía participar en el ámbito de su vida donde tenía un papel protagonista, y donde era especialmente valorado.

Este ejemplo, por desgracia, resulta bastante frecuente, de modo que jóvenes que se encuentran muy integrados en su actividad y que se relacionan en entornos sanos y positivos, acaban siendo apartados por sus progenitores de los equipos temporal e incluso definitivamente como consecuencia de la aparición de algún bajón a nivel académico.

Esta situación se repite en todas las discrepancias que se producen en la adolescencia, de modo que sucede algo similar cuando los chicos disienten con sus progenitores en cuanto al cumplimiento de las normas básicas de la unidad familiar, el inicio en algún tipo de consumo, las discrepancias en cuanto a los grupos de iguales con los que se relacionan, …

A la hora de construir su identidad, las personas van tratando de dar sentido a ciertos sucesos, y otros, automáticamente, van quedando fuera porque no encajan con el argumento de su historia. No obstante, es posible llegar a construir un relato alternativo prestando atención a aquellos aspectos, acciones y pensamientos que queden fuera de esa historia dominante.

Por ese motivo, en nuestras conversaciones con adolescentes debemos estar muy pendientes de todos los recursos y potencialidades que pueden poner en práctica, realizando un ejercicio de doble apreciación, de modo que, paralelamente a la escucha activa y directa de todas aquellas cuestiones relacionadas con los problemas, prestemos también atención a todos aquellos aspectos relacionados con historias de éxito, o de superación.

Por ello, puede resultar de utilidad conocer, dedicarle tiempo y protagonismo a todos esos recursos, a esas áreas significativas para ellos, que ocupan escaso peso en la balanza de las conversaciones que mantenemos. De modo que se pueda observar, aún en los momentos de cierta complejidad, una situación que tienda al equilibrio de esa balanza.

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