El pasado sábado se decretó un Estado de alarma en nuestro país. Una situación excepcional que nos obliga a todos a quedarnos en casa por responsabilidad colectiva. Pues bien, esta situación de “estado de alarma” no es algo excepcional ni extraordinario para aquellas personas que no disponen de un lugar donde confinarse, su estado de alarma es diario.
La maquinaria legal es casi siempre mas rápida que la maquinaria real y ante esta avalancha de decisiones necesarias, ha sucedido lo esperable, se les ha olvidado sacar brillo a algunos aspectos.

Campañas como #NoSalgasdeCasa nos hace irremediablemente pensar en que la frase debería de terminar con un “si puedes”. Miles de personas no disponen de hogar o casa y a la maquinaria legal se les ha pasado por alto al menos durante tres días.
Ayuntamientos como el de Madrid empiezan a habilitar espacios para aquellas personas que duerman en la calle, ayuntamientos como el de Sevilla comienzan a aumentar su capacidad de atención. Estas medidas indispensables para frenar esta pandemia también deben cumplirse obligatoriamente por las personas sin hogar. 

Acordémonos de estas personas que en su mayoría sufren enfermedades que les hacen ser más vulnerables ante esta enfermedad, que padecen adicciones que les encadenan a una realidad diaria de consumo. Pongámoslas frente a la apatía de nuestro confinamiento, a la ansiedad por no salir de casa o a la ansiedad por no salir a tomar una caña al bar de la esquina.

Otras tantas personas sin hogar tienen la fortuna de tener techo y pasan sus días en centros de acogida estables o con recursos de atención temporales por el invierno. Estas personas que durante todo el año cuentan a diario con los cuidados de profesionales de las redes de atención pública. Es decir, con educador@s sociales, trabajador@s sociales, psicólog@s, enfermer@s, terapeutas ocupacionales, auxiliares de clínica, auxiliares de servicios sociales, operari@s de limpieza y servicios generales. Todas estas personas están “dando el callo” para cuidar a las personas sin hogar para las que cada día trabajan, con COVID-19 o sin él, olvidándose de que están poniendo en juego la salud de sus familiares cercanos y la suya misma. Todos también merecen mi aplauso diario. 

Gracias a los profesionales de la intervención social que según el artículo 19 del RD 463/ son considerados servicios esenciales. Hacen de este mundo un lugar un poco más solidario, un poco más justo, un poco más humano.
Me ayudan a pensar que este es un lugar donde merece la pena vivir.

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