Desde que los seres humanos pisamos este mundo, nos diferenciamos del resto de seres del cosmos por nuestras peculiares formas de comunicación.

¿Os imagináis cómo serían las primeras articulaciones de palabras de la Humanidad y cómo esos balbuceos han ido evolucionado hasta nuestras lenguas? Eso si dirigimos nuestra mirada hacia el lenguaje verbal.

Si volvemos a realizar un ejercicio de imaginación podremos ver, ya desde las primeras civilizaciones, cómo los homínidos también se mirarían, también sabrían con solo el tacto lo que es el deseo o, cuando el frío arreciara, cómo se calentarían compartiendo calor de piel a piel, especialmente cuando nacieran sus hijos. Y luego, oh, sí, y luego estarían esas “cosas”, “sensaciones” extrañas que tenemos los humanos, que nos recorren por dentro y que se expresan hacia fuera.

Seguro que ellos no sabían cómo llamar a todas esas “situaciones” o “vivencias”, pero, probablemente (y sin salirnos del ejercicio de imaginación), las vivirían de la manera más orgánica posible y sin ningún filtro, por supuesto, para bien y para mal.

Porque en las emociones nos va una parte importante de la vida. No se ven, pero están.

Las emociones pueden condicionar procesos enteros, producir cambios para bien o para mal en la vida de las personas. Muchas veces, en nuestras occidentales culturas, donde prima la prisa y la productividad por encima del cuidado personal y colectivo -tendencias que, cada vez más, se están revirtiendo para bien nuestro-, pararnos, sentir y gestionar no son las enseñanzas más comunes. Mucho menos hace 70 o, si me apuráis, 60 años, en concreto en nuestro contexto de Península Ibérica, donde la supervivencia era la norma de nuestros padres y madres.

Recuerdo que mi madre solía contarme -y es una historia que después he escuchado a muchas, muchísimas personas mayores, con otros nombres y otras formas, pero con el mismo contenido- que a los 8 años tuvo que dejar la escuela para trabajar porque la familia lo necesitaba. Día tras día -8 años, repito-, cogía la mula y se iba unos cuantos kilómetros más allá de su pueblo en Extremadura para ir a por agua, aceitunas o lo que ese día tuviera que acarrear. 8 años. Dicen que es la época de la vida donde se está comenzando a forjar el pensamiento abstracto de una manera más estructurada, donde la curiosidad explota y el mundo comienza a ser más real y más concreto. Para ella, como para tantas otras personas de su época, trabajar era el camino del ser. Es decir, que, en palabras del gran Fromm, eran porque hacían.

El camino de nuestra vida queda marcado profundamente por la educación, entendida en el sentido global de la palabra, de casa a la escuela pasando por la calle, la radio e internet. Hoy, cada vez más, los programas de gestión emocional proliferan. Pero todavía tenemos muchos profesionales del ámbito de la intervención socioeducativa a los que les vendría bien aumentar sus herramientas de gestión, crecimiento y acompañamiento emocional, primero para sí mismos/as y, después, y a la par, para su desarrollo profesional.

El Método CREA ®, aplicado a cualquier tipo de intervención pedagógica, funciona porque sirve para comprender y gestionar mejor las emociones que nos caracterizan.

Traerlo al curso de Intervención socioemocional con personas adultas mayores que impartiremos en IFIS en octubre de 2021 para aplicarlo en el ámbito del adulto mayor, donde tanta falta hace, hará que sigamos aportando a los profesionales de este sector más herramientas para su día desde algo tan esencial como es el vernos, tocarnos, escucharnos, y, sobre todo, sentirnos.

Porque si educamos sin acordarnos de que también somos seres sintientes es como creer que solo somos lo que hacemos, y resulta que, como aquellos antiguos desconocidos para nosotros/as, al final, somos naturaleza, y los sentimientos y las emociones son algo orgánico e inherente a nosotros, por eso es necesario conocer, reconocer, experimentar y asimilar/actuar, pilares de nuestro Método CREA, objeto de estudio por la doctoranda en la Universidad de Valladolid Dª Carolina Puertas Flores.

Anímate a sentir y a hacer sentir a las personas adultas mayores en sus vidas desde el ámbito emocional. Porque ellos/as, como todos/as, también sienten. Te esperamos dentro.

Intervención socioemocional con personas adultas mayores

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