Anne Wilcock, terapeuta ocupacional y profesora, nos revelaba aquello de “Somos seres ocupacionales” (1998). Wilcock relaciona la necesidad humana de la ocupación con su impacto en la salud. Condición (la salud) que considera como un equilibrio entre el bienestar físico, mental y social. Este bienestar social se logra a través de ocupaciones significativas que estén valoradas de forma individual y colectiva. A través de la ocupación generamos significados. Aquella ocupación que resulta significativa y con propósito para la persona consigue que crear y conformar nuestra identidad.

Una identidad que nos habla de nuestro hacer y va más allá…, de nuestro ser. El ser humano no se limita a responder a los estímulos del medio sino que construye de forma proactiva su significado. “La identidad percibida es casi tan importante como la vida misma”, George Kelly (1998). La identidad es el resultado de la acción de los diferentes constructos en la anticipación de los eventos. De esta manera, la identidad está formada por constructos nucleares y constructos periféricos (Winter, 2003). Los constructos nucleares son aquellos que gobiernan el proceso de mantenimiento de la identidad y la existencia. Los constructos periféricos son aquellos que pueden ser cambiados sin serias modificaciones a las construcciones nucleares (Stojnov, 2003). Por tanto, para poder entender la identidad de una persona hay que identificar sus constructos nucleares, puesto que estos son los que edifican y mantienen la identidad personal (Winter, 2003).

La meta estará en alcanzar aquellas acciones que más se aproximen a la identidad individual, con el fin de poder facilitar que la persona transite generándose nuevos significados.

La identidad que ya nos recordaba Neimeyer, se altera y se condiciona y se fragmenta por la “intrusión de la pérdida” (1998). Tras la ruptura de la narrativa que acompaña al diagnóstico, la persona queda sumida en aquel estado de confusión donde tal vez comenzar a transitar se proyecte como el más elevado de los retos

Este será el gran reto al que se tenga que enfrentar el profesional, como facilitador para que la persona pueda reconstruirse una historia diferente, lo suficientemente cercana a su vivencia y donde encuentre un espacio de coherencia donde comenzar a retejer.

Será por ello que el profesional deba vestirse de humanidad aunando competencias técnicas y humanas que le permitan poder ver al Otro de una manera holística, valorando la influencia del ambiente y cómo impacta en las dimensiones de salud de la persona. Tratará de buscar junto con el Otro, elementos que le ayuden a poder cumplir con las demandas de los roles sociales que le identifican como el ciudadano o ciudadana que es.

Se enfrentará al complicado reto de trabajar para acordar objetivos y tareas en el proceso de recuperación.

 

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