El 13 de enero es el día mundial de la lucha contra la depresión. Una enfermedad que afecta a 300 millones de personas en el mundo (OMS). La concienciación sobre su existencia, la desestigmatización de los problemas de salud mental y, en especial, la formación especializada de las personas que trabajan con personas con problemas de este tipo es esencial para combatir esta nueva pandemia.

Según un informe sobre salud mental publicada recientemente por el Observatorio del Suicidio en España de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio, las muertes por esta causa se cobraron en 2020 más vidas de personas menores de 50 años que el coronavirus. El suicidio fue la principal causa de muerte entre la juventud española (15 a 29 años). Poco o nada se ha hablado de este dato. Desde el fatídico fallecimiento recientemente de la actriz Veronica Forqué se ha abierto el debate en los medios de comunicación y se ha sacado a la palestra el estado de la salud mental en nuestro país.

La salud mental importa y mucho. Parece que es un tema que afecta siempre a los otros mientras que más de la mitad de la población mundial ha sufrido trastornos de ansiedad y/o depresión en su vida. No olvidemos que a la locura (entendida como un estado mental transitorio) se llega por diferentes caminos y que ninguno de nosotros estamos exentos de padecerla. La OMS afirma también que 1 de cada 6 personas en el mundo posee algún tipo de trastorno mental y según la Conferencia española de Salud mental 1 de cada 4 personas acabará teniendo un problema de este tipo. El estigma y la vergüenza en los enfermos mentales a reconocer que lo son hace que se convierta en una enfermedad silenciosa y que muchas veces tenga un desenlace dramático.

“Aunque creas que lo que te ha pasado es demoledor y vergonzoso, nunca olvides que son cosas que le pasan a más gente todo el tiempo”.
Ángel Martín en Por si las voces vuelven.

Lo que queda claro en un momento pospandémico delicado es que el modelo estatal de atención a las personas con enfermedad mental es insuficiente, precario, poco personalizado y vira inevitablemente hacia un modelo privado. La sociedad demanda profesionales de la salud mental más preparados y más especializados debido al alto porcentaje de población que necesita intervención y apoyo. La situación pandémica ha hecho estragos a nivel mental en la mayor parte de la población con consecuencias derivadas de distintas causas como la pérdida de trabajo, de pareja, de seres queridos… La delgada línea que divide una depresión de una enfermedad mental es muy sutil y es ahí donde las personas que convivimos con la enfermedad debemos estar atentos, tanto familia como profesionales, preparados para atender esta demanda cada vez mayor.

Escuché estos días un podcast del programa Carne Cruda una entrevista al periodista Ángel Martín que en 2017 pasó por una crisis psicótica y cuyo testimonio es de una lucidez increíble (no exenta de humor). El periodista confiesa que acudió en busca de libros que explicaran su proceso y no los encontró, de ahí nació su necesidad de escribir Por si las voces vuelven, un libro donde abre el debate de la atención que necesitan las personas con problemas de salud mental y reivindica “la empatía, la escucha sincera y los cuidados y  el don de la ternura” según sus propias palabras.

“Escuchar a los demás tiene un valor completamente nuevo. Así como antes escuchar era una cosa que se hacía por respeto, obligación e inercia, ahora escuchar se convierte en una herramienta extraordinariamente poderosa” dice Martín. El libro, totalmente recomendable, es un testimonio sincero, divertido y a ratos perturbador del paso a la locura. Solo hay una línea frágil entre tener una temporada rara a meterte en el pozo donde necesitas la ayuda de profesionales para salir.

James Rhodes también escribió sobre salud mental en Instrumental. Memorias De Música, Medicina y Locura derivada, en este caso, de una infancia traumática y de abusos infantiles. Un libro, en este caso, muy duro y desgarrador donde la música toma un papel importante en la vida del autor pianista. La ternura y la escucha activa también influyeron en la recuperación del autor que actualmente reside en España. Ni las drogas, ni su internamiento en psiquiátricos curaron su herida tanto como el cariño y el apoyo de las personas que le rodeaban, testimonio que también coincide con el de Ángel Martín. Y, por supuesto, incluido el apoyo de buenos profesionales terapeutas.

La madre de Frankenstein, de la admirada escritora Almudena Grandes fallecida recientemente, también aborda el tema de los métodos empleados en los psiquiátricos en la España de la posguerra, métodos más que cuestionables. Lectura por cierto también recomendada.

En estos días hemos oído hablar inevitablemente más que nunca de salud mental. Porque hay cerebros que explotan y no aguantan la presión ni las pruebas que nos pone la vida, porque quizás la pandemia no era necesaria para darnos cuenta de nada… y porque ir a terapia es un ejercicio sano, más que el ejercicio físico (obviamente importante) y quizás no se le ha dado la importancia y el lugar que merecía hasta hoy. Es importante y hay que hablar de ello.

La salud mental ha sido la gran apartada, la gran estigmatizada y pocos o ningún recurso ha sido derivado a este área que, tarde o temprano, afectará a la mayoría. Es momento de reivindicarla, desestigmatizarla y poner el foco en los/as profesionales que trabajan en el sector: psicólogos/as, psiquiatras, educadores/as sociales, terapeutas ocupacionales, trabajadores/as sociales, integradores/as sociales, etc. Su trabajo es más necesario que nunca.

Por su parte, deben replantearse otros instrumentos para abordar las enfermedades mentales y enfocar con dinámicas más actualizadas, con mayor empatía y  afabilidad, dotando de herramientas adecuadas a las personas con enfermedad mental. Potenciando la rehabilitación y la superación de estos problemas.

La intervención de estos/as profesionales es indispensable ahora más que nunca. Desde el asesoramiento para incorporar a estas personas al mundo laboral, acompañamiento en su rehabilitación, a su intervención y apoyo en centros residenciales de salud mental, a personas sin hogar o personas con riesgo de exclusión, residencias de personas mayores entre otros.

Como sociedad, debemos exigir más medios para combatir estos problemas, más información para que deje de ser un tema tabú y más formación para evitar prácticas obsoletas.

Sonia Sánz

En IFIS Educación formamos profesionales para trabajar con personas con problemas de salud mental.

Te esperamos:

Atención residencial en salud mental

Inclusión laboral para personas con enfermedad mental

Rehabilitación psicosocial de personas con enfermedad mental

Intervención en salud mental

Ilustración: #theshadowstories