Mario Mínguez Pascual es licenciado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, especialidad de Psicología Clínica y Psicólogo General Sanitario habilitado. Máster en Psicología Clínica y de la Salud por la Universidad Complutense de Madrid y es Máster en Bioética por la Universidad Internacional de Valencia. Desde 2007 trabaja en la atención residencial a personas con problemas de salud mental. Durante la última década ha dirigido 3 residencias de la Red de Atención a Personas con Enfermedad Mental de la Consejería de Políticas Sociales y Familias de la Comunidad de Madrid, gestionadas por Grupo 5.

Mario Mínguez es también uno de los docentes del postgrado “Programa superior universitario en rehabilitación y recuperación en salud mental” y del curso “Atención residencial en salud mental” impartido por Ifis Educación.

Interesado en los derechos de las personas con problemas de salud mental y en los aspectos éticos de la intervención social, dirige una residencia donde conviven personas con problemas de salud mental en Madrid. Charlamos con él de la nueva concepción de salud mental. El mundo cambia y con él la concepción de la “locura”. Este cambio requiere un aprendizaje profesional desde una perspectiva nueva. Mario la tiene y nos explica en qué momento nos encontramos:

“Después de la pandemia el tema de la salud mental cobró mucho protagonismo pero es un cambio social más aparente y que deja fuera a los que realmente tienen problemas de salud mental grave. Nos hemos concienciado todos de que a veces hay que mirarte cuando tienes ansiedad o depresión y eso está genial pero  otra vez nos hemos olvidado de que hay gente escuchando voces, viviendo delirios que condicionan toda su vida, con situaciones que afectan a muchas áreas de su vida y no les permiten desarrollar una vida y que les clasifica  automáticamente como ciudadanos de segunda. Al final cuando trabajas con ellos la demanda no es quiero dejar de escuchar voces o de pensar que vienen los extraterrestres a por mí, la demanda habitual es que no puedo trabajar, tengo que vivir con 350€ al mes. Si no tengo un recurso público no puedo pagarme la habitación ni  pagarme comida y mi familia no quiere saber de mí, no puedo tener una relación de pareja y este tipo de cosas, esas son las demandas diarias de estas personas”.

 

  • ¿Cuáles son los estereotipos a los que nos enfrentamos en relación a una persona con  problemas de salud mental?

Pensamos que las personas con psicosis o esquizofrenia que no pueden decidir están fuera del contacto de la realidad y la realidad de esto es que el 99% del tiempo ellos son perfectamente conscientes de dónde están y de lo que hacen en un recurso residencial. Hay momentos de crisis  con episodio psicótico en los que sí pueden perder el contacto con la realidad, entonces trabajamos con la persona si durante el tiempo estable tienes capacidad para tomar decisiones sobre lo que es mejor para ti en tu vida vamos a planear y a hablar contigo para  conocer cuales son tus preferencias a la hora de una crisis psicótica

 

  • ¿Qué cambios hay actualmente en los métodos empleados en la manera de intervenir?

Las herramientas que tienen que ver con cómo permitimos que las personas tomen decisiones que son un poco la base con la que le dices a la persona “tengo en cuenta lo que tu quieres hacer”. En el curso se explica una herramienta de decisiones anticipada qué quieres que hagan contigo cuando no puedas tomar decisiones, estés en coma, etc, la misma idea. Las trabajamos con la persona, lo que decimos es  si durante todo el tiempo que estás estable tienes perfecta capacidad para tomar decisiones sobre lo que es mejor para ti en tu vida,  vamos a planear y hablar contigo para conocer cuales son tus preferencias a la hora de una situación de crisis psicótica para que en ese momento en el que ya no tienes contacto con la realidad, podamos hacer las cosas según tu quieras que las hagamos, al final es equivalente a “cuando estés en coma, qué quieres que hagamos contigo”. El trabajo que hacemos con ellos es qué síntomas dan la señal de que está empezando una situación de crisis, qué cosas te ayudan o te perjudican en ese momento, si quieres que hablemos más contigo, que te dejemos más en paz. Hay personas concretas con las que te sientas mejor hablando, personas que no, hay algún medicamento que hayas probado antes que te haya funcionado bien o no te haya funcionado tan bien, quieres que te llevemos al hospital  a primera de cambio o prefieres que probemos otras alternativas antes, todo ese tipo de cosas lo vamos recogiendo en un documento a la hora de que la persona tenga un episodio de crisis, lo vamos utilizando. Es como un testamento vital para situaciones de crisis.
Cuando acaba la situación de crisis lo revisamos si ha venido bien, si lo tendríamos que haber hecho de otro modo. Si lo que planeamos se ha podido hacer o no…

  • ¿Qué criterios seguiste para elegir al equipo que trabaja contigo y cuáles son los métodos que aplicáis desde tu punto de vista ético?

Mi centro cuando abrió era el único centro de mi empresa dentro de Madrid ciudad y tenían muchos centros igual en pueblos alrededor de Madrid. Había muchas solicitudes de educadores y psicólogos. La selección tuvo mucho que ver con las cuestiones éticas y de orientación hacia la persona y de entender la práctica profesional en la salud mental  con respeto al derecho de las personas a las que atendemos y en base a eso hice la selección, no en función de los años de experiencia trabajando en residencias. Busqué personas que encajaran en esta idea, tenemos un equipo muy alineado en ese sentido que hace un ejercicio constante de auto observación y reflexión y de vigilancia de no caer en las prácticas habituales. Aunque seas muy consciente de ello al final por mil presiones y mil cosas a veces tiendes a esto, hay casos de personas muy institucionalizadas que están acostumbradas al sistema de premios y castigos, cada vez está menos presente en salud mental, es un sistema anterior. Este sistema es una tentación constante. Si tu entiendes que una persona con un problema de salud mental lo que tiene es un problema propio e individual de un desequilibrio bioquímico en el cerebro o de genes y lo que necesita es medicación, desde ese punto cuadra decir “tienes este problema médico y a partir de aquí como no puedo esperar nada de tu organismo, voy a funcionar de este modo, de premios y castigos”. Si tu entiendes que un  problema de salud mental va más allá tiene que ver con determinantes sociales y que no son solo de la persona y que tienen que ver con su imposibilidad de acceder a un trabajo o las dificultades para encontrar una pareja o que todo el mundo a su alrededor le diga que no puede llegar a desarrollar una vida normal porque tiene esta etiqueta diagnóstica, ahí hay más complicaciones, no es te doy esta medicación o esta otra si no  tengo que cambiar la sociedad para que realmente puedas llevar una vida y eso no es viable claro. Esto tiene un coste emocional para los profesionales y damos con personas con dificultades muy graves a la hora de convivir.

  • ¿Cómo se dirige un equipo de profesionales como director de un centro con la ética de intervención que tienes?

Lo que trabajo con la gente que está a mi lado es eso, por un lado no podemos quedarnos en decir las cosas siempre  les digo la frase de que no  “la información es suficiente pero no necesaria para cambiar conductas. Hay que contarle a la gente lo que hay que cambiar pero que no espere que con decírselo lo cambie, eso no va a pasar”. Por otro lado, espera fracasar muchas veces.  Cuando haya éxitos nos alegraremos todos un montón pero la realidad es que trabajamos en contra de una sociedad entera. 

Gran parte del potencial terapéutico es el hecho de convivir. Son personas que vienen de entornos de lo más variopinto normalmente no beneficioso para ellos,  a veces de calle, a  veces de familias con sus problemas, a veces de vivir en un cuchitril insalubre y parte del proceso es convivir en un entorno que sea amable y que sea beneficioso para ti pero de vez en cuando tenemos personas concretas con grandes dificultades y que inciden directamente en esa convivencia porque se conforman de forma violenta, por x motivos. Manejar a esas personas o conseguir limitar el impacto de esas personas en la convivencia sin elementos de coacción es muy difícil. Tenemos que ver cómo algunas personas perjudican a otras y muchas veces tenemos que tomar decisiones basándonos en qué pesa más el beneficio individual o evitar el perjuicio grupal.  Todo ese tipo de cosas van pensando en los profesionales, una personas que crees que debe cambiar algo en su vida para ir a mejor, tienes que hablar con él/ella e ir  convenciéndola durante mucho tiempo, a veces el proceso es muy lento y para conseguir un éxito probablemente has pasado por cincuenta fracasos.

  • ¿Qué piensas de determinados autores y publicaciones que “romantizan” un poco la idea de la locura?

Como ejemplo o forma de visibilizar la locura está bien pero es una locura de primera clase. Hay una diferencia cuando tienes  un problema de salud mental en un momento dado más o menos grave en una vida construida y que supone un bache en tu vida y luego más o menos la retomas  de cuando ese problema de salud mental tiene un inicio muy temprano y no te permite desarrollar una vida normal.
Mi visión es sesgada yo trabajo con una parte de la población de salud mental que no tiene un recurso residencial, si no vive aquí  vive en la calle y tiene dificultades graves. Habrá otra mucha gente que no responda a eso y que pueda seguir con su vida pero al final la población que yo atiendo  ha tenido dificultades  a veces desde niño,  y otras desde los 18 ó los 20 años y no han tenido la oportunidad de tener una vida. Ese es el problema, si yo parto de una formación y experiencia laboral y de repente tengo una caída que dura el tiempo que sea pero cuando me recupero tengo todo eso, tengo mi casa, mi experiencia laboral, etc. En el caso de la gente que atendemos el  99% no han llegado a trabajar o ha sido una cosa  precaria, algunos de ellos tuvieron los primeros episodios estudiando en la Facultad por la presión o haciendo la mili. Son personas que no han desarrollado una familia propia ni tenido apoyos sociales más allá de sus padres que ya son octogenarios o necesitan cuidados o ya han muerto, todo este tipo de cosas determinan el grado de vulnerabilidad al que se enfrentan.
En la misma residencia tengo una persona que tuvo una oportunidad de desarrollarse laboralmente  y por el trabajo y el sueldo que tenía tiene una pensión de 2.800€  y también una persona que no ha contribuido nada a la Seguridad Social en su vida y entonces tiene una pensión no contributiva que son 350€. Las posibilidades de ambos no son las mismas.   Con esta persona que tiene sueldo puedo plantearme que se alquile una vivienda, una terapia privada y más recursos y con una persona que cobra 350€ por muy bien que esté hoy por hoy no puede pagar un alquiler y comer con ese dinero.  Con 45 años tienes que empezar una vida de nuevo, meterte en el mercado laboral en el que vas a estar completamente estigmatizado para cuando quieras conseguir todo eso te tienes que jubilar  no has cotizado suficiente.

La parte de determinantes sociales para nosotros es clave, no es solo la enfermedad es todo lo que hay alrededor. Está fenomenal que se haga esa labor de visibilización pero es una locura de primera clase y me duele un poco porque esa dinámica de textos  relatando experiencias en primera persona no es algo nuevo. Hay libros muy buenos relatando su experiencia en primera persona igualmente buenos pero que no son conocidos y que no han tenido la posibilidad de desarrollar. Relatos cortos, libros y poesías, hay mucha literatura muy interesante al respecto pero desconocida.

 

  • ¿Por qué  hay que hacer el posgrado?

Hay que hacerlo porque hay pocas formaciones como estas en las que realmente se tenga en cuenta el cambio de visión de la locura. Hay mucha formación muy científica pero toda la ciencia se basa en ese modelo biomédico y se queda muy coja. Lo que entendemos todas las personas que hemos participado en el desarrollo del posgrado es que hay algo más, todo el componente social que se obvia y que la locura no es tanto un problema médico como un problema de concepción social y en el momento en que esa concepción cambia nosotros tenemos que cambiar la sociedad. Si podemos asumir que lo que para nosotros es un loco también es el chamán de una tribu amazónica o distintos papeles a lo largo de la historia en distintas culturas, lo que está claro es que la etiqueta de que es un problema médico se la hemos puesto porque seguimos sin encontrar  por mucho que digamos que es un problema médico, una etiología clara, ni un pronóstico y ni el diagnóstico es todo lo fino que debería. Si es un problema social y la sociedad cambia pues nosotros tenemos que cambiar con ella.

Autora: Sonia Sanz